El mundo esta loco. No de locura en vano hablo, porque si por locura fuera hasta yo vestía camisón. Hablo de locura ignorante, locura que no conoce a la locura. De evidente rapidez y dudosa orientación. Sin dirección ni sentido, girando en esa espiral efímera que nos lleva al reino de ninguna parte. Olvidar nuestra condición y convertirnos en relojes inhumanos en que ni el tiempo tiene sentido. Encarcelado por el segundo, custodiado por el minuto, condenado por la hora y entregado por mi madre. Qué es madre sino protección, pero si esta es rota ¿qué queda de madre?
De lecciones aprendidas quieren que hable. Pero estas olvido. Nunca digo sino aprendo. Intentando estar en el remanso. Cómo conseguir la valiosa experiencia sin que envejezca el alma, siendo esta la causa de la locura.
A mi, si me preguntan diré que estoy loco. Pero mi locura es la de aquel que resiste a la vida sin dejar que las lecciones de tiempo interfieran en ella. Locura del desigual. Aquel que con medio pincel, no pinta sino regala. De callar no entiendo si obligan.
Entonces, ¿quién es loco? ¿Mundo o yo? Solo uno es normal, cuyo nombre todos conocen i nadie pronuncia. El Nadie, aquel que no existe. Por tanto, ¿por qué decimos loco, si loco es todo? Por puro alzamiento de la persona y mentir al alma, que ya conoce la mentira. Almas negras, sin vida. Llevando a otra pregunta, una entre tantas en mi pensamiento. ¿Para que vivimos? Las almas vienen y van sin orden. Sabiendo que nos queda medio suspiro de vida. El único consuelo que nos queda es el amor. Amor, no sexo. Conceptos diferentes que se suelen “sinonimar”. Uno no es sin otro, y otro no es sin uno. El amor no es corrompible sino falsificable. No se rompe sino descansa. Ese amor que nos lleva a sacarle brillo y talvez algún color al alma.
Despidiéndome me voy, no me olvido sino aprendo, no callo sino bajo la voz. No me recuerden sino aprendan. No callen sino escriban.
Un servidor a mi amor. A la que hace que mi alma reluzca.
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