domingo, septiembre 24, 2006

acuchillando el cielo

Liberada está la flor

Liberada está la flor. Cicatriz le dejó la operación. Salva eres hermosa rosa. De tormentas te hablo, tormentas de granizo y pena. Aquellas que viven hasta morir la noche. El sol, con sus potentes rayos de luz, atraviesa las nubes como si de cuchilladas se trataran. Heridas sobre el manto oscuro que devuelven a la vida. Acuchillando el cielo por ti. Buscándote en la inmensa oscuridad. Hasta dar con una alma de tristeza, acurrucada bajo el manto de la ignorancia. No conoce ni sabe; adónde va ni dónde está. El haz de luz golpeó tu cara como si fuese por primera vez. Al poderte poner en mis brazos, una sonrisa escapó de tu rostro, estalló en mil pedazos, convirtiéndose cada una en una hada de la felicidad. Pequeñas semillas sembradas bajo el oscuro manto de nubes. De tu mano fui al rostro y te empujé hasta la luz. Tu recogiste mi agotado ser y me elevaste sobre nubes de carne y agua, de luz y brillo, de confusión hipnótica. Mi felicidad se construye a partir de la tuya. Mis cansados ojos miran tu figura bailar delante mío, para mi. Eso es felicidad. Me estiro, me abrazas, cierro los ojos, te siento, me duermo, te amo.

De felicidad se llena mi alma, alma de colores y brillo. Sabiendo, sintiendo tu espíritu junto al mío, que de la mano recorren el camino polvoriento. Las zarzas nos miran atentas, pero escondidas tras un manto de negrura. Se esconden de la alegría. Zarza que cuando toca la bienaventuranza, arde y se funde en millones de trozos efímeros, que de luz y oscuridad no entienden. Simple existencia de piedra. Piedra fría, gris, estática, silenciosa. Restos de un amor que arde, que quema la tristeza. Que vive; siendo feliz.

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