Cruzar una mirada, una sonrisa, unas palabras. Pasar los dedos por tus cabellos. Un contacto no intencionado. Un latir desesperado de un corazón moribundo. El verte sin saber que decir. El hablarte sin saber como reaccionarás. Los gritos por acciones condenadas. El miedo a tus próximas palabras. Todo por un intento de gesticular unos sentimientos que reprime el sentido, la razón. Todo por el gran miedo al qué decir, al qué dirás. Al verte reír, una respiración entrecortada seguida de un escalofrío recorre todo mi cuerpo. El mirarte, el intentar abrazarte, el intentar estar a tu lado se convierte en una difícil hazaña, cuando el miedo de los porvenires arrasa el subconsciente.
Años de evolución y generaciones conspiraron para que nuestros andares tropezaran inesperadamente. Sin oír los gritos del populus por impedirlo. Sin prejuicios ni pesares, río a tu lado a cual más divina. Ríase la “Divina Comedia” de Dante. Ríanse las musas de los poetas y pintores de la vida. Cuando se tiene una tan grata compañía en el camino de la vida.
Una amistad forjada por dudables medios, a veces. Un pasión fundada sin razón. El decidir entre arriesgarse y perder lo amado, o mantener lo conocido. Porque Freddy Mercuri ya lo dijo en su momento: I was born to love you.